Parece mentira. Yo que me quejaba de las banalidades de la vida y de las incongruencias a la hora del café. Y es que se nota que empieza a hacer buen tiempo. La chaqueta (rota) la dejo en casa y salgo los domingos a desayunar.
El pasado contínuo lo dejamos aparcado.
Esperando a ser analizado.
Desmembrado.
Confuso y difuso como los nuevos precipicios a los que tanto me gusta saltar. Esperando la caída, levantando los brazos, cerrando los ojos, disfrutando e incluso a veces rezando para que, aquello que viene, no duela como promete.
Ensoñaciones vagabundas vespertinas.
Deambulantes, lejanas,
corazones transeúntes de madrugada.