Lo que pasa es que tengo un miedo que no me tengo en pie. Acojonada más bien. De no saber qué pasará, de no saber si lo estoy haciendo bien, si es lo correcto. De arrepentirme y que no haya vuelta atrás.
De darme cuenta demasiado tarde y que ya esté todo tan borroso, tan caduco, que hasta un recuerdo en algún arco quede tan lejano como los kilómetros que habrá.
Estamos a finales de junio y aquí sigue lloviendo, como si supiese que no me podría ir de aquí de otra forma. Con la farlopa de los pobres y las tareas a medio terminar.
Como si supiese que me romperé en cuanto pase el control del aeropuerto. Como si quisiera perder el vuelo a propósito. Como si no aguantase más de un día, sabiendo que las paredes verdes ya no serán mías.
Estamos tan atados a echar de menos...
Hace 12 años